Mundo Ferroviario

Los Ferrocarrileros y la Revolución Mexicana

Mundo Ferroviario

Por Arturo Valencia Islas

El sistema ferroviario jugó un papel protagónico durante la Revolución Mexicana. Al ser el principal medio de transporte con que contaba el país, los ferrocarriles llevaron primero ideas, propuestas y demandas de los precursores revolucionarios, y después, trasladaron tropas y pertrechos militares, además de ser utilizados ellos mismos como armas para atacar a las facciones rivales. De allí que contar con una red de transportes y comunicaciones eficiente era crucial para alcanzar el triunfo militar. 

 

Al igual que otros grupos de trabajadores, los ferrocarrileros participaron activamente en la lucha armada tanto de forma individual como colectiva, apoyando a los diversos bandos que ponían en riesgo su vida de forma cotidiana. La violencia y la inseguridad generada por la revuelta armada no paralizó el servicio ferroviario, si bien, este funcionó con numerosas interferencias dependiendo de los vaivenes de las distintas campañas militares. Fueron numerosos los trabajadores ferroviarios que lograron sobresalir debido a sus capacidades administrativas o militares. Entre los ferrocarrileros que lograron escalar gracias al torbellino revolucionario hasta alcanzar puestos directivos se encontraban Eusebio Calzada, quien se desempeñó como administrador de los ferrocarriles villistas; Felipe Pescador, personaje que llegó a ser director de los Ferrocarriles Constitucionalistas, o su sucesor en el cargo, Paulino Fontes, quien permaneció en el mismo hasta la muerte de Carranza. 

También podemos encontrar trabajadores ferroviarios que abandonaron sus antiguas labores para asumir nuevas funciones, ya fuera como militares; es el caso de Rodolfo Fierro, antiguo conductor de trenes que se incorporó a las fuerzas villistas hasta convertirse en uno de sus principales generales, legisladores como Héctor Victoria Aguilar, participante en las discusiones del artículo 123 en el Constituyente de 1917, o asumiendo funciones políticas como Carlos Castro Morales, uno de los más importantes líderes gremiales yucatecos, fundador de la Unión Obrera de Ferrocarriles de Yucatán y del Partido Socialista del Sureste así como gobernador de Yucatán, al igual que Felipe Carrillo Puerto, quien en su juventud también fue ferrocarrilero y posteriormente asumió la gubernatura estatal en 1922. 

 

La participación de los ferrocarrileros al inicio de la Revolución Mexicana fue más bien limitada. Sin embargo, no podemos perder de vista que desde un primer momento la revolución se llevó a cabo desde el ferrocarril la primera acción militar de la revolución; el ataque a Ciudad Guerrero, Chihuahua, el 21 de noviembre de 1910, el cual se llevó a cabo movilizando tropas a través del Ferrocarril Kansas City, México y Oriente. De esta forma, una manera indirecta, y seguramente no deseada, los trabajadores ferroviarios se vieron envueltos en las acciones militares.

 

A pesar de que los trabajadores ferroviarios no se incorporaron al movimiento de manera organizada desde la etapa maderista, participaron contra la rebelión orozquista y aportaron algunos de sus principales líderes obreros a la causa revolucionaria dentro de la facción villista, en donde destacaron personajes como Santiago Ramírez, Natividad Reza Pérez y Rodolfo Fierro. Además de la rebelión orozquista, el gobierno de Madero también tuvo que enfrentar la rebelión zapatista en el centro sur del país. De forma indirecta, el ferrocarril tuvo que ver en las raíces de este grupo armado pues una de las causas principales del zapatismo, la usurpación de tierras pertenecientes a comunidades indígenas y su utilización en la producción de azúcar, fue promovida, a decir de John Womack, precisamente por la introducción del Ferrocarril Mexicano. Tal vez haya sido por esto que los zapatistas fueron uno de los grupos que utilizó de forma más frecuente la voladura de puentes, el descarrilamiento de trenes y la destrucción de vías además del asalto a trenes de pasajeros. 

Al igual que el resto de las facciones, los zapatistas también administraron las líneas que se encontraban en el territorio bajo su control, siendo el encargado de la misma Manuel Sosa Pavón, quien controló partes de los Ferrocarriles Nacionales de México, Interoceánico y San Rafael y Anexas. Contrario a lo que se piensa, a pesar de contar con una marcada visión agraria del conflicto revolucionario, los zapatistas utilizaron la tecnología a su alcance, introdujeron una organización eficaz dentro de los ferrocarriles que controlaban, y que a principios de 1915 administraban alrededor de 1,100 kilómetros de vías férreas,  e incluso trataron de proponer adaptaciones eficientes a las condiciones del medio en el que se desenvolvían, como la conversión de locomotoras al uso de la leña como combustible.

 

Después del asesinato del presidente Madero y tras el pronunciamiento de Carranza en contra del gobierno de Victoriano Huerta, los ferrocarrileros comenzaron a incorporarse al nuevo movimiento revolucionario. El 9 de marzo de 1913, Carranza se reunió con miembros del gremio ferrocarrilero de la División Monclova para invitarlos a que se incorporarán como voluntarios. Al día siguiente, se organizó el servicio de manera que aquellos que no compartían la causa constitucionalista pudieran abandonar sus puestos sin ninguna represalia. Así mismo, las tropas villistas trataron de administrar y organizar el servicio ferroviario en la zona que ocupaban. Después de la toma de Torreón, el 30 de septiembre de 1913, en la que como ya se señaló participó un batallón ferrocarrilero, Villa tomó conciencia que para poder avanzar hacia el sur era necesario contar con un servicio ferroviario adecuado para poder suministrar sus líneas de abastecimiento. Para ello nombró a Eusebio Calzada, oriundo de La Laguna y amigo de los hermanos González Garza, como encargado de la administración de los Ferrocarriles Villistas, auxiliado por Rodolfo Fierro quien se encargaría de preparar los trenes para las campañas militares. El aprovisionamiento de trenes fue una de las causas principales de enfrentamiento entre Carranza y Villa, pues aquel restringía el paso de ferrocarriles hacia territorio villista, sobre todo aquellos que le abastecían de carbón, con lo que entorpecía el avance de la División del Norte.

 

Tras la derrota de Huerta en julio de 1914 y la Convención de Aguascalientes, vendría la ruptura entre Carranza y las fuerzas zapatistas y villistas. El 15 de agosto de 1914, dos días después de la firma de los Tratados de Teoloyucan, Carranza ordenó la ocupación de las propiedades de los Ferrocarriles Nacionales de México. Por su parte, Villa controló el tramo de Durango a Tepehuanes que había pertenecido al Ferrocarril Internacional, y el de Chihuahua a Zacatecas, perteneciente al antiguo Ferrocarril Central. Asimismo, Salvador Alvarado militarizó los Ferrocarriles Unidos de Yucatán entre el 19 de marzo de 1915 y el 19 de junio de 1917, los cuales se convertirían en Ferrocarriles Constitucionalistas de Yucatán. 

La relación entre los gremios ferrocarrileros y los distintos gobiernos revolucionarios no fue siempre la mejor posible. No obstante, durante el periodo revolucionario el número de huelgas disminuyó considerablemente con respecto al periodo Porfiriano. Concluida la parte más agresiva del periodo revolucionario que, había provocado la dispersión de los gremios, se reactivó la movilización de los trabajadores ferroviarios, aunque dicha movilización era diferente a la del periodo porfiriano y no necesariamente para bien: las nuevas organizaciones que comenzaron a surgir en el periodo revolucionario se crearon y desarrollaron bajo el amparo del poder del nuevo régimen dado el contacto que se había establecido entre la Casa del Obrero Mundial y el movimiento obrero organizado. Así, el 2 de marzo de 1916 se fundó la Gran Orden Mexicana de Conductores, Maquinistas, Garroteros y Fogoneros que, rápidamente asumió el liderazgo dentro de los gremios ferrocarrileros. 

 

En febrero de 1917, los Ferrocarriles Nacionales reconocen jurídicamente a las distintas organizaciones gremiales. En total, fueron reconocidas nueve organizaciones entre las que destacaban la Unión de Mecánicos Mexicanos, la Unión de Caldereros y la Unión de Cobreros. También, en 1917 se llevó a cabo la Gran Convención del Departamento de Fuerza Motriz y Maquinaria de los empleados de los talleres de los Ferrocarriles Nacionales. Tal vez fortalecidos por las expectativas positivas generadas por la nueva Constitución y por el reconocimiento jurídico, renació la idea de la unificación gremial, por lo que el 18 de diciembre de 1918 se constituyó en Aguascalientes la Alianza de Sociedades Gremiales Ferrocarrileras, antecedente del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM) fundado en 1933. 

 

En resumen, la participación de los ferrocarrileros dentro de las distintas facciones les permitió contar con una interlocución directa con los principales líderes revolucionarios, de modo que, al término de la guerra, los gremios ferroviarios pudieron capitalizar dicho apoyo en forma de contratos que les eran benéficos lo cual agravó la crisis por la que atravesaban las distintas compañías ferroviarias del país. 

 

 

 

Arturo Valencia 

Licenciado en Economía, Maestro y Doctor en Historia por el Colegio de  México. Es investigador asociado en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Escritor y colaborador en revistas y libros especializados en temas ferroviarios.

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