Por Dr. Javier Velázquez Moctezuma
La tradición de vincular a la ciencia, la academia y las instituciones educativas, en la toma de decisiones a nivel gubernamental, ha sido cultivada por décadas en muchos países que son exitosos desde el punto de vista del desarrollo y el bienestar de sus poblaciones. Esta costumbre de basar las decisiones en materia de políticas públicas, en los avances científicos y tecnológicos, parece que garantiza el éxito y el buen desarrollo de los planes gubernamentales. En nuestro país, desafortunadamente, esta no ha sido la regla. La vinculación de la ciencia con la toma de decisiones, gubernamental o privada ha sido, penosamente, muy escasa en nuestra historia. El hecho de que, en esta gestión, los grandes proyectos de infraestructura hayan decidido esforzarse por incorporar a la academia en su toma de decisiones, es un muy buen augurio.
Desde su inicio, el Tren Maya decidió incorporar en su grupo directivo, una coordinación cuya tarea principal es la de vincular el magno proyecto del tren, con la academia nacional y local. Aunque no es fácil, el Tren Maya se ha empezado a poblar con grupos de académicos y de instituciones que participan en la resolución de los múltiples retos que el proyecto enfrenta. Podemos ser optimistas y pensar que esta tradición, que alguna vez existió en nuestro país, pueda retomarse, para una mejor gestión de nuestros recursos.
ALGUNOS ANTECEDENTES
Desde su aparición a principios del 1800, las locomotoras han sido un elemento indiscutible de progreso y desarrollo de las sociedades humanas. En su origen, vienen a sustituir a la fuerza motriz de los caballos y las antiguas diligencias, para entrar en otra dimensión de posibilidades de transporte, incluyendo personas y carga. Los países desarrollados entraron en una nueva dinámica de movilidad que transformó rápidamente las ciudades y los centros de producción. Este cambio tan significativo en el modo de vida de los seres humanos fue consecuencia del desarrollo tecnológico que detona lo que conocemos como la Revolución Industrial.

Detrás de estos avances, han quedado un poco a la sombra, los hombres y los procedimientos que los hicieron posibles. Pocos recuerdan los nombres y las vicisitudes que tuvieron que superar los inventores que se empeñaron en desarrollar este avance. La historia es fascinante y aleccionadora.
Comúnmente se acepta que la máquina de vapor fue diseñada por un escocés, James Watt, en 1770. Watt se percató de la importancia de su invento y rápidamente patentó y registró sus derechos. Sin embargo, en una lección digna de un capítulo de psicología humana, el genial Watt ya no supo como granjearse los apoyos y las alianzas para que su invento progresara y se limitó a defender su patente, para que nadie más pudiera beneficiarse y obtener un provecho comercial de este avance. Fue hasta 30 años después, en 1800, cuando esta patente expiró y se abrieron las posibilidades de que otros inventores e innovadores, pudieran aprovechar este diseño para hacerlo avanzar y ponerlo a disposición de la sociedad.
Un personaje notable en esta historia fue Richard Trevithick, un innovador que toma como base los diseños de Watt y les añade mejoras significativas para hacer su máquina más potente y con mayor duración. Sin embargo, debe señalarse que, como en muchos casos de la historia del conocimiento, los innovadores y promotores de estos desarrollos tuvieron que padecer el rechazo de sus pares y tuvieron que buscar personalmente los recursos, cuantiosos casi siempre, para poder generar los primeros prototipos que demostraran que esta máquina tenía utilidad. Gracias a la perseverancia de Trevithick, el 21 de febrero de 1804, su locomotora “Penydarren”, realizó su primer viaje de 4 horas de duración, transportando 70 personas y 25 toneladas de hierro, en un trayecto de 15 kilómetros (Aferioja: Historia del Tren).

Lo que siguió a este evento fue la rápida transformación de las sociedades humanas, sus medios de producción, su movilidad y sus historias. El ferrocarril rápidamente evolucionó con mayor potencia, mayor capacidad de carga, mejores posibilidades de transportar seres humanos cada vez en mayor cantidad y en distancias más prolongadas, con comodidad y seguridad crecientes. Pronto los países empezaron a mostrar las extrañas venas de acero en su paisaje, que posibilitan una mejor calidad de vida a sus habitantes.
Nuestro país, a pesar de las adversas circunstancias por las que atravesaba, no fue la excepción y, a mediados del siglo XIX, el ferrocarril irrumpe y transforma nuestra historia. Una descripción precisa y entrañable de aquellos primeros años del desarrollo del tren en nuestro país, se puede encontrar en el muy recomendable texto escrito por Enrique Semo: El Ferrocarril en México (1880 – 1900). Tiempo, espacio y percepción. Publicado por Horizonte Ferroviario, en 2019. En este libro se puede respirar el ambiente y los conflictos que la población tuvo que superar, no solamente para la construcción de las nuevas vías, sino para asimilarse a un nuevo transporte que cambió drásticamente el tiempo, las posibilidades de movilidad y el paisaje de la nación. México empezó a conocerse y a reconocerse con mayor intensidad y precisión a partir de este desarrollo tecnológico.
De la narración anterior se pueden, y se deben, desprender varias lecciones. Tal vez la más relevante se tendría que referir a la relación que se establece entre los generadores del conocimiento y los tomadores de decisiones, en particular, con los generadores de políticas públicas. Una breve revisión de la historia del conocimiento revela que un elemento imprescindible para que los inventores, innovadores y lo que hoy agrupamos como científicos, puedan desarrollar sus avances, son los patrocinadores.
En la época de los reyes y los señores feudales, eran estos los que fungían como mecenas de los genios que entonces, ya se empeñaban en develar los secretos de la naturaleza. Los grandes hombres de la ciencia contaron con apoyos financieros de diversos orígenes para poder desarrollar su talento y alcanzar resultados que han transformado el modo de vida en el planeta. Así, los países prósperos, aún en nuestros días, son los países que han sabido la importancia de apoyar la generación de conocimiento en los propios países.
La historia del Reino Unido, por ejemplo, ha estado ligada siempre al apoyo a sus inventores y científicos, procurando con esto el conocimiento, que rápidamente se ha transformado en riqueza. No extraña que los botines de guerra incluyan a los científicos, como pasó con toda evidencia al final de la Segunda Guerra Mundial en que, como parte de las riquezas a saquear de la derrotada Alemania, en primera fila estaban los científicos.

PERSPECTIVAS ACTUALES
En el siglo XXI, esto es ya una realidad evidente, aunque sigue sin aceptarse en muchos países, tecnológicamente dependientes, como el nuestro. La terrible pandemia que azota a la humanidad desde el 2019, encontró países en donde la ciencia es una prioridad y países en los que la ciencia tiene poca importancia. El resultado es que los países con ciencia desarrollada fueron los primeros en poner a disposición de los humanos las vacunas contra el SARS-CoV-2. Este hecho, además de representar un gran alivio para toda la humanidad, representa un negocio multimillonario para los países productores de vacunas, mientras que los demás, tendremos que seguir dependiendo de los avances en otros países y comprando, al precio que fijen, las vacunas tan preciadas para la salud de la población.
En México, sin embargo, ya se empiezan a dar señales de un giro significativo. Como se ha mencionado en líneas anteriores, uno de los proyectos más emblemáticos de esta administración, es sin duda, el Tren Maya. Este moderno tren que recorrerá más de 1500 kilómetros, en el sur-sureste de México y que unirá los estados de la Península de Yucatán, como lo son: Chiapas, Campeche, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo. Es un esfuerzo financiero sin precedentes en el país, con una derrama económica de cerca de 150 mil millones de pesos.
El objetivo primordial, que se ha manifestado una y otra vez, es que este tren se convierta en un detonante del desarrollo económico de la región. Una región empobrecida por el abandono del Estado en las últimas décadas. Un magno proyecto que, respetando la riqueza ambiental, la vasta riqueza arqueológica, las múltiples y deslumbrantes manifestaciones de la cultura viva de la región, promoverá el bienestar y el desarrollo socioeconómico de los habitantes.

El proyecto del Tren Maya es un proyecto ambicioso y sus objetivos son también muy ambiciosos. Ante un reto de esta magnitud, con pocos antecedentes en nuestra historia, se decidió desde un principio, que el proyecto fuera acompañado y cobijado por la academia, por las mejores experiencias y las más profundas visiones que se pueden obtener de nuestras universidades, tecnológicos y politécnicos. Para ello y como un antecedente poco común, el Tren Maya decidió constituir una coordinación científica que fuera transversal a todas las áreas que impulsan la construcción del Tren, que propiciara la vinculación con las academias de instituciones educativas y con los grupos de científicos en los Centros Públicos de Investigación para, juntos, enfrentar los enormes retos que la construcción del Tren Maya implica.
Esta conjunción entre ciencia, gobierno, empresa y sociedad civil, a veces mencionada como el modelo de la cuádruple hélice, es una alianza que en otros países es el común denominador y ha sido la base del despegue socioeconómico en esas regiones, aún de aquellos con escasos recursos naturales, como Singapur. Desafortunadamente, en nuestro país apenas empiezan a mostrar signos de que se reconoce la importancia de esta alianza.
La experiencia creada en los meses de arranque del proyecto Tren Maya es muy gratificante. Hemos comprobado que la ciencia nacional tiene un desarrollo singular, con instituciones y grupos científicos consolidados, con reconocimiento nacional e internacional. Al mismo tiempo, hemos constatado la generosidad y el compromiso de grupos de investigadores dispuestos a colaborar y a poner el hombro en la búsqueda de las mejores soluciones en este enorme proyecto, teniendo siempre en el centro, el beneficio de las comunidades. Sin embargo, se debe mencionar, que las instituciones y la academia misma, no es un grupo monolítico, con una sola interpretación de la realidad. Afortunadamente, hemos tenido críticos del proyecto que han señalado aspectos que, en muchas ocasiones, nos han servido para normar nuestros criterios y nuestra toma de decisiones.

Ha sido tan rico e intenso el debate suscitado, que hemos encontrado en los mismos institutos, en los mismos centros de investigación, posturas que aportan y apoyan, junto con posiciones críticas que no aprueban alguno de los múltiples aspectos que el proyecto cubre. Compartimos con todos la enorme preocupación porque no sea el Tren Maya, un elemento de destrucción ambiental y cultural, o un elemento de desencuentro y confrontación social, sino todo lo contrario.
En todo caso, la política de apertura del Tren Maya desde su inicio ha procurado que todas las voces sean escuchadas y tomadas en cuenta. El proyecto Tren Maya se ha manejado en caja de cristal y las puertas han estado abiertas permanentemente para colaboradores y detractores por igual, en una práctica que ha revelado ser muy saludable. Contra la costumbre de muchas gestiones anteriores, hoy el Fonatur y el Tren Maya trabajan con las puertas abiertas para difundir los logros que se van alcanzando, los múltiples retos que constantemente aparecen y las soluciones que, junto con la academia, se van gestando.
Al no ser una tradición consolidada, la participación de la academia en la toma de decisiones no es un proceso que fácilmente se estructure. La parte gubernamental, la parte empresarial y la parte académica tienen todavía un largo camino que andar para aprender a estructurar una relación mutuamente benéfica.

Los tiempos de gobierno, empresa y academia son diferentes y un gran reto es lograr su sincronía. La incomprensión y el desconocimiento de los otros sectores, ha generado desconfianza y un profundo distanciamiento que se tiene que ir disminuyendo. Esto solamente se logrará cuando se entiendan los enormes beneficios que conlleva trabajar en armonía, intercambiando saberes, experiencias y conocimiento de frontera. Empeñados en superar estas distancias, pronto se podrán alcanzar mejores escenarios de participación conjunta, para el beneficio de nuestra población.
Es muy estimulante que, a principios de 2021, ya se hagan públicas las colaboraciones de academia y gobierno en otros escenarios. El Tren del Istmo, otro magno proyecto de esta administración, cuyo objetivo es unir el Océano Pacífico con el Golfo de México a través de una vía de ferrocarril que conecte una el Puerto de Salina Cruz en Oaxaca, con el Puerto de Coatzacoalcos en Veracruz, ha dado a conocer la participación de la academia en el desarrollo del proyecto. Destaca en esta participación la presencia del Tecnológico Nacional y de Universidades Tecnológicas y Politécnicas de la región. Adicionalmente, la Secretaría de la Defensa Nacional, que se hará cargo de la construcción de los tramos 6 y 7 del Tren Maya, también han dado a conocer que han solicitado la participación de varias instituciones educativas, para desarrollar estudios de diversa índole que les permitirán avanzar con mayor celeridad y certeza en la construcción en la que están comprometidos.
Así pues, las perspectivas futuras son halagüeñas. Para desarrollar este modelo de la triple y cuádruple hélice, que ha sido tan exitoso en otros países, nosotros tenemos todos los elementos que pueden garantizar el éxito. Tenemos en primer lugar, una comunidad académica y científica muy consolidada, que genera investigación de frontera y que maneja una instrumentación de primer nivel. No sorprende encontrar en instituciones de la región, laboratorios que cuentan con equipamientos de primer nivel, lo que garantiza la obtención de resultados con certeza y confiabilidad extrema. Contamos también con un empresariado moderno, educado y con un creciente compromiso social. Un empresariado que conoce las maneras exitosas de avanzar negocios sin necesidad de depredar personas o medioambiente. Tenemos, ahora también, un gobierno cada vez más comprometido con el servicio a sus electores. Un gobierno transparente y honesto, donde la corrupción y el robo tienen cada vez menos espacios, lo que genera, y ya se ha visto, ahorros y fortalezas presupuestales sin precedente. Por último, se debe añadir a estos tres elementos, las llamadas organizaciones de la sociedad civil que, muy frecuentemente, son factores de cohesión y fortaleza en emprendimientos que benefician la mayor de las veces a las comunidades.

El gran reto que queda por delante es que, todos los actores potenciales de este modelo de la hélice entiendan la responsabilidad personal que implica alcanzar este reto y lograr que estas cuatro fortalezas del país se comuniquen, se coordinen, generen conocimiento y confianza mutua para, así poder generar los escenarios de confianza que son imprescindibles para el desarrollo óptimo de políticas públicas de beneficio social. El Tren Maya está en el camino de ser el ejemplo que el país está necesitando, para convencerse de que la colaboración empática y generosa entre los sectores, es un paso sine qua non ( sin la cual no), para el despegue socioeconómico de México. Las condiciones están dadas. Ojalá esta generación esté a la altura de este reto. Estoy convencido de que sí es posible un México más próspero, justo y generoso que está a punto de hacerse presente.

Dr. Javier Velázquez Moctezuma
Director Científico del Tren Maya